Biografía de Isaac Newton

Habiéndose educado en una universidad un tanto atrasada con respecto a las demás, Isaac Newton (1643-727) supo convertirse en el mejor matemático existente de su época. Asimismo, le otorgó a la Royal Society de Londres la fama y el renombre del que hoy goza y, aunque cueste creerlo, postuló las leyes del movimiento y la gravitación universal a sus 23 años de edad. ¡A que hemos despertado tu curiosidad! Sigue leyendo esta biografía de Isaac Newton para no perderte de nada.

Biografía de Isaac Newton resumen

Una infancia solitaria para un futuro genio

En una pequeña aldea de nombre Woolsthorpe-by-Colsterworth, en el condado de Lincolnshire (Inglaterra), nació un 4 de enero de 1643 Isaac Newton. Aunque según el calendario juliano —y el que entonces estaba en vigencia— la fecha correspondía al 25 de diciembre de 1642. Fue el primogénito de Hannah Ayscough y de Isaac Newton padre. Este último había fallecido durante la guerra civil inglesa, a pocos meses del nacimiento de su hijo.

Las primeras semanas de vida del pequeño Newton fueron difíciles debido a su condición prematura. Su madre confesó que era tan pequeño que podría haber cabido en una jarra de un litro. Por suerte, creció de forma saludable, pero con una personalidad muy desapegada a las personas que lo rodeaban. En específico, sentía cierto rechazo hacia el nuevo esposo de su madre.

Debido a que no llevaba una buena relación con su madre y su padrastro, Isaac Newton pasó buena parte de su infancia con sus abuelos maternos. Sin embargo, tampoco habla sobre ellos en ninguno de sus documentos. En uno que otro escrito menciona a su abuela, aunque de manera algo indiferente, y de no ser por posteriores investigaciones exhaustivas, no se sabría que su abuelo también convivió con él.

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A los 19 años de edad, Isaac Newton escribió una lista de sus pecados. En uno de ellos confesaba haber amenazado a su madre y a su padrastro con quemarlos vivos en su casa. No obstante, se cree que este sentimiento de odio estuvo bien fundamentado, ya que el esposo de su madre se negó a criar a Newton como uno de sus hijos. 

La desconocida universidad de Cambridge

Hannah Ayscough tuvo tres hijos de su segundo matrimonio, y cuando su esposo falleció en 1653, se vio obligada a mudarse con ellos a casa de sus padres, donde ya vivía Newton. Dos años después, Isaac Newton viaja a la ciudad de Grantham para comenzar sus estudios en la secundaria The King’s School. No pasó mucho tiempo allí, puesto que fue retirado de la institución en 1659 a petición de su madre.

Hannah deseaba que Isaac se dedicara a mantener la granja de la casa de los abuelos. Pero no contaba con que el joven se negaría insistentemente, alegando que detestaba la agricultura. Por fortuna, Newton recibió el apoyo de un profesor de la escuela de Grantham, llamado Henry Stokes. El académico convenció a Hannah de que el chico tenía potencial y que debía terminar sus estudios. De esta manera, Isaac Newton volvió a clases, y su estadía fue en parte financiada por el profesor Stokes.

A su regreso a Grantham, el joven Isaac Newton se impulsó en su espíritu de competitividad para convertirse en el mejor estudiante de la escuela. Demostró también su destreza construyendo ciertos mecanismos, como molinos de viento y relojes de sol. Concluyó así la preparatoria, y por sugerencia de un tío suyo que había estudiado en Cambridge, se matriculó en esta universidad.

Isaac Newton, un joven autodidacta

Por supuesto, Isaac Newton no contaba con el dinero suficiente para financiar sus estudios. Por tal motivo, tuvo que realizar ciertas tareas serviles dentro de la universidad para obtener subvenciones del instituto. A este tipo de becarios de les llamaba sizars en algunas universidades británicas. Así, fue admitido en el Trinity College de Cambridge en 1661, a sus 18 años de edad.

Durante sus años en Cambridge, Newton estudió a fondo a Aristóteles, a Descartes y a Nicolás Copérnico. No obstante, sentía una mayor atracción hacia el trabajo de científicos más actuales, como lo eran los astrónomos Galileo Galilei y Johannes Kepler. Desde luego, estudiar sobre estos intelectuales habría sido bastante confuso en la época, puesto que algunas ideas de Aristóteles y Ptolomeo discrepaban con las de Copérnico, Galileo y Kepler.

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En aquel momento se mantenían en discusión la teoría geocéntrica y su contraparte, la teoría heliocéntrica. Claramente, esta última coincidía más con las observaciones, pero le faltaba algo… No podía explicar qué fuerza atraía a los cuerpos celestes entre sí.

Asimismo, y poco antes de terminar la carrera, Isaac Newton desarrolla las bases del cálculo como rama de estudio, aunque no las publicaría sino muchos años después. Así, con ayuda de sus incuestionables habilidades numéricas, el joven Newton obtuvo su título en Ciencias Matemáticas. Y lo hizo justo a tiempo, antes del brote de epidemia de peste en 1665, y por la cual la universidad tuvo que cerrar temporalmente.

Isaac Newton regresó a Woolsthorpe y ahí continuó con sus investigaciones autodidactas. En este tiempo, y totalmente aislado de la sociedad, es cuando lleva a cabo los descubrimientos que cambiarían al mundo por completo: el cálculo integral y diferencial, la teoría de los colores y lo que posteriormente se conocería como la ley de la gravitación universal. ¡Todo esto con tan sólo 23 años de edad!

La teoría de los colores de Isaac Newton

En 1667 Isaac Newton regresó a Cambridge en calidad de profesor. Dos años después, Isaac Barrow, quien había sido su supervisor doctoral, le cede su puesto en la Cátedra Lucasiana de Matemáticas. Este título, por supuesto, le otorgó mucho más prestigio, y sumado a sus descubrimientos en el campo de la óptica (los cuales compartió en 1670) la Royal Society comenzó a mostrar interés en él.

Resulta que poco antes de volver a Cambridge, Newton ya había observado que cuando se apunta un rayo de luz hacia un prisma de cristal, de éste sale un espectro de colores más amplio. Un experimento bastante sencillo y fácilmente reproducible. Pero claro, los demás científicos de su época atribuían este efecto a que, de alguna extraña manera, el prisma «teñía» la luz. Isaac Newton, en cambio, veía algo diferente: para él la luz blanca se descomponía en diferentes colores al entrar al prisma.

NOTA
Las conclusiones de Newton tenían un revelador trasfondo: cuando el rayo de luz blanca entra al prisma, los cristales del mismo intervienen la trayectoria de la luz, deformándola. Como resultado, la divide en cada una de las longitudes de onda por las que está conformada. Así es, las mismas que corresponden a cada color que conocemos. A este efecto se le llama refracción de la luz.

De esta forma, Isaac Newton dio a conocer sus teorías sobre la óptica y la naturaleza corpuscular de la luz. Para ello, dictó varias conferencias en universidades acerca de su descubrimiento. Poco después presentó ante la Royal Society su famoso telescopio de reflexión, un aparato construido por él mismo que resolvía la molesta aberración cromática de los telescopios refractores. El invento encantó a los miembros de la sociedad, quienes invitaron a Newton a formar parte de ellos.

De la fama al encierro

Ciertamente, Isaac Newton gozaba de buena popularidad entre los científicos y académicos. Comenzaba a pensar que no era mala idea exponer sus ideas ante el mundo. Después de todo, todavía tenía estudios importantes sin sacar a la luz. Pero todo se puso de cabeza cuando el físico y biólogo Robert Hooke, entonces presidente de la Royal Society, criticó fuertemente las teorías corpusculares de Newton.

Para Hooke, lo más lógico es que la luz sea estudiada como una onda. Pero para Newton la única explicación posible para la refracción de la luz era que ésta se comportara como pequeñas partículas que viajan a gran velocidad en línea recta. Varios científicos contemporáneos apoyaron las críticas de Hooke, e Isaac Newton decidió bajar el perfil y no dar a conocer el resto de sus investigaciones.

Por los siguientes diez años, Newton continuó en su puesto como catedrático en silencio. Mientras tanto, se dedicó, casi tan obsesivamente como con la física, a otros temas de índole filosófica. Primero fue la alquimia, tema que le llamaba la atención desde años anteriores y del cual devoró una gran cantidad de libros.

Después estudió las escrituras bíblicas, y en algunos de sus textos —que ocultó muy bien en vida— confesó su posición con respecto a la condición divina de Jesucristo. En pocas palabras, Isaac Newton se inclinaba a una herejía cristiana llamada arrianismo, en la que se considera a Jesús como un simple profeta.

¡Isaac Newton de vuelta a la ciencia!

Pese a que Newton se sentía a gusto con su reservado estilo de vida, una carta de su colega y adversario Robert Hooke lo haría revivir sus inquietudes científicas. A finales de 1679 Hooke le escribe en nombre de la Royal Society solicitando su contribución para el cálculo de una curva que pudiera corresponder al movimiento rectilíneo de un cuerpo atraído, al mismo tiempo, por otro.

En específico —aclaraba Hooke—, esta atracción se debía originar por una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de las distancias. ¿Te suena de algo este concepto? Pues sí, como era de esperarse, Newton sabía que su colega estaba buscando la respuesta a uno de los mayores enigmas científicos del momento: el causante del supuesto movimiento elíptico de los planetas alrededor del sol descrito por Kepler.

Afortunadamente, Isaac Newton ya había hecho esos cálculos 14 años antes, pero no le compartiría a Hooke tan fácilmente sus descubrimientos. Decidió, pues, hacerse el desentendido y reservarse para sí mismo lo que sabía sobre el tema. Así lo hizo hasta pasados los cuatro años, cuando recibe una inesperada visita del joven astrónomo Edmund Halley.

DATO CURIOSO
Probablemente la anécdota de la manzana que cayó del árbol e inspiró a Newton para formular su teoría de la gravitación es casi simbólica. Isaac Newton sólo se la contó a su sobrina Catherine Barton, quien después la compartiría con Voltaire, y este último escribiría sobre ella en un ensayo poético. Sin embargo, en ningún momento se dice que la manzana le cayó en la cabeza, contrario a la creencia popular. 

La gran inspiración: Halley y un cometa

Se dice que en una reunión de científicos, Halley escuchó a Robert Hooke presumiendo de haber encontrado la respuesta a la hipótesis matemática de Kepler. Sin dar crédito, el novato se dirigió hacia el que era considerado el mejor matemático de Inglaterra. Si Hooke tenía la respuesta, Isaac Newton también.

La sorpresa aumentó cuando Halley escuchó a Newton hablarle de sus conclusiones matemáticas con tanta seguridad. Cuando se despidieron, este último le prometió pasarle los cálculos en cuanto los reescribiera, ya que los había perdido. Ese mismo año, Isaac Newton comunicó sus resultados a Halley en un ensayo que tituló De motu corporum in gyrum, donde desarrolló por primera vez su teoría gravitatoria.

Edmund Halley, quien provenía de una familia adinerada, no lo pensó dos veces para financiar la investigación de Newton y usar sus influencias para que la Royal Society publicase el manuscrito. Mientras tanto, el físico se enfocó en desarrollar sus teorías con mejores sustentos. Usando como inspiración el trayecto de un cometa que pasó varias veces muy cerca de la tierra, logró demostrar matemáticamente las leyes de Kepler. Fue así como nació el mítico Philosophiae naturalis principia mathematica (o simplemente Principia) en 1687.

Las tres leyes universales del movimiento estaban recopiladas en los Principia, la obra más brillante de Isaac Newton. La relación del movimiento, el reposo y las fuerzas que actúan sobre dos cuerpos estaban descritos en estas ecuaciones —que al principio eran cinco—. De esta manera, Newton y su ley de la gravitación universal dieron respuesta a una inmensa cantidad de fenómenos tanto celestes como terrestres que hasta ese momento no tenían explicación.

NOTA
Isaac Newton cursó muchas de sus materias numéricas completamente en latín cuando estudiaba en la primaria. Teniendo en cuenta su gran afinidad con el idioma, no es de extrañar que usara la palabra latina gravitas (‘peso’) para designar a su mayor descubrimiento: la gravedad. 

Señores, yo no marco las hipótesis

Por supuesto, la ley de la gravitación universal tuvo algunos enemigos; científicos que criticaban a Newton de incluir a la física una entidad «sin explicación aparente». Incluso la llegaron a comparar con las llamadas ciencias ocultas, entre las que estaba incluida la alquimia.

En respuesta, Isaac Newton se limitó a publicar un ensayo titulado General Scholium, que incluyó en la segunda edición de los Principia. De este documento se hizo famosa la frase hypotheses non fingo (‘No marco las hipótesis’), y con él explicó a la comunidad científica que son las mismas predicciones matemáticas las que originan el concepto de gravedad, y no él. A partir de este punto se definió finalmente una brecha entre la filosofía natural aristotélica (o physis, que en griego significa ‘naturaleza’) y la física clásica.

Entre 1689 y 1701, Isaac Newton formó parte del Parlamento de Inglaterra para la Universidad de Cambridge, aunque según las malas lenguas sólo abrió la boca en una ocasión para «quejarse del frío». Posteriormente aceptó un puesto como director de la Casa de la Moneda Real en Londres, y dejó Cambridge para atender esta nueva responsabilidad. Aquí —se dice— pudo desatar con excelencia todo su mal carácter y perfeccionismo, persiguiendo y condenando a falsificadores.

El poder y recelo de Isaac Newton

Tras la muerte de Robert Hooke en 1703, se le ofrece la presidencia de la Royal Society a Isaac Newton. Él acepta gustosamente, y dos años más tarde se convirtió en el primer científico de todos los tiempos en ser nombrado caballero.

Disponiendo del poder que la Royal Society le confería, el ahora Sir Isaac Newton intentó borrar, en lo posible, a Robert Hooke de la historia. Muchos de los ensayos de Hooke, su único retrato auténtico y los instrumentos construidos por él desaparecieron poco después de que Newton tomara el control de la sociedad.

Newton tampoco perdió la oportunidad de descargar su furia contra el astrónomo real John Flamsteed, quien hizo los cálculos de la trayectoria del cometa que fueron utilizados en los Principia. Isaac Newton sospechaba que éste le ocultaba información importante, por lo que envió a Edmond Halley, enemigo de Flamsteed, a robar su trabajo y forzar su publicación. Como la ley estuvo de parte del astrónomo real, Newton decide, en venganza, borrar el nombre de Flamsteed en las posteriores versiones de los Principia.

Otra de sus jugadas más resaltantes como presidente de la renombrada sociedad científica fue contra el matemático alemán Gottfried Leibniz. Si bien Isaac Newton había desarrollado el cálculo numérico antes que Leibniz, lo publicó mucho después. Este hecho generó fuertes enemistades en la comunidad científica internacional. Constantes burlas, críticas y acusaciones de plagio amargaron la vida de ambos hasta el final de sus días.

En su último intento por hacer valer sus derechos, Leibniz se dirigió a la Royal Society para que intermediara en su disputa con Newton. Claramente fue un grave error, puesto que el comité «imparcial» seleccionado por el propio Isaac Newton acusó a Leibniz de plagio en un informe publicado de manera oficial. A los pocos años, tras la muerte de Leibniz, se cuenta que Newton confesó haber sentido gran satisfacción «rompiendo su corazón» (refiriéndose al alemán).

El 31 de marzo de 1727, Sir Isaac Newton, soltero y a sus 84 años de edad, muere a causa de complicaciones renales en su finca de Cranbury Park en el condado de Hampshire, Inglaterra. Nunca hizo testamento, por lo que sus riquezas quedaron a manos de su sobrina, quien lo acompañó y cuidó durante sus últimos años de vida.

Los restos de Sir Isaac Newton reposan en la abadía de Westminster, junto a monarcas y a otros ilustres personajes británicos de diferentes épocas, como J. J. Thomson, Charles Dickens, Charles Darwin, Ernest Rutherford y Stephen Hawking. Incluso casi cuatro siglos después, Isaac Newton sigue siendo considerado el científico más grande de toda la historia, justo por encima de Albert Einstein.

Ignoro quién pueda ser yo para el mundo, pero personalmente me considero como un niño que juega a la orilla del mar, mientras que delante de mí yace un océano de verdades sin descubrir.Isaac Newton.

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